Por: Osmen
wiston ospino zárate.
Sino
hubiese sido por el embeleco de la reelección a la que aspiran con serias
expectativas de ganar el actual Presidente Juan Manuel Santos, el tecnócrata
Enrique Peñalosa y el títere de la ultraderecha colombiana Óscar Iván Zuluaga;
aunque pensándolo bien, y eso hay que decirlo con claridad, los 3 son los
perfectos mandaderos del régimen que nos mantiene asfixiados de miseria y
violencia los últimos 100 años, la Ministra María Fernanda Campo no le hubiera
tocado salir al paso del maremágnum de críticas, que se dio alrededor de los
resultados de “otra” prueba PISA, hay PISA para todo, aplicada en el año 2012 a
estudiantes de 15 años sobre Solución creativa de problemas, y en la cual, como
para variar, Colombia ocupó el último lugar.
Estos
resultados fueron ocultados por casi 2 años pues la Doctora Campo sabía que su insaciable
jefe iría, ni más faltaba, por otros 4 años del jugoso botín que representa
nuestro maltrecho erario público.
Más
cuando el Doctor Zuluaga, digo el nefasto Ex presidente Uribe, por intermedio
de Zuluaga anda pregonando a los 4 vientos que la solución de la Educación en
Colombia son las jornadas escolares extendidas.
Más
cuando Peñalosa, otro Uribe, pero vestido de Verde dice que la educación es la
herramienta inapelable para mejorar la competitividad de nuestros compatriotas.
Más
cuando Martha Lucía Ramírez, otra Uribe, pero vestida de azul anda enloquecida comentando
que la educación debe ser el motor del desarrollo del país.
Schleicher (2012), responsable de Educación y Aptitudes
de la OCDE, opinó que "los chicos de 15 años que hoy tienen pobres
aptitudes para resolver problemas se convertirán en adultos con dificultades
para encontrar o mantener un buen trabajo. Las autoridades educativas deberían remodelar
sus sistemas escolares para ayudar a que los estudiantes desarrollen esas
habilidades que cada vez son más necesarias en las economías de hoy en
día"(p.25).
Este experto, por lo menos para el caso colombiano,
debe entender que la Educación pública en Colombia es el “caballito de batalla”
predilecto para alimentar el morbo de las insatisfacciones sociales de un país extremadamente desigual.
La educación a mi modo de ver es y va a seguir siendo por mucho tiempo el
mecanismo social más importante para des-activar la criminalidad, mejorar los
estándares de calidad de vida y para sustantancialmente entender el mundo en
que se vive.
Deberían comprender los expertos de la OCDE que la
familia en Colombia no hace parte del paquete de insumos sociales que debe
promover una educación de calidad para los niños y jovenes. El estado
colombiano cree que educar, y no digo que no sea importante, significa dar
meriendas, complementos alimenticios, transporte o uniformes. Educar implica
que las familias estén involucradas honestamente en los procesos trascendentes
del crecimiento personal y formativo de los estudiantes.
Pero la mayoría de las familias colombianas tienen
bajos ingresos y les cuesta ejercer el papel de padres y madres en todo el
sentido de la palabra.
Deberían comprender que los docentes no obtienen
por su actividad profesional un salario digno que le permita desarrollar sin
afugias de tipo económico sus acciones académicas. El gremio de maestros y
maestras necesita con urgencia que lo que ganan los ubique en una escala
general, en la cual el reconocimiento social vaya de la mano con ingresos
económicos altos, para después si, y vaya que es necesario, definir procesos
evaluativos integrales al sistema educativo en su conjunto, que evite que las
problemáticas que aquejan al país siempre se le enrostre a los docentes.
Deberían comprender (los expertos de la OCDE y el
gobierno nacional) que solo tendremos buenos docentes, cuando los mejores
maestros formen a los buenos estudiantes. Eso indica fundamentalmente, que el
gobierno debe crear un paquete de incentivos económicos y profesionales (becas,
programas de intercambio, pasantías, etc.), para que los bachilleres con
mejores habilidades práxicas y cognitivas sean los docentes del futuro.
O, pregúntense porqué los bachilleres de Colombia
quieren ser Médicos, Ingenieros o Abogados; pues porque éstas profesiones en
otros tiempos y aún ahora, poseen unas expectativas económicas superiores a las
Licenciaturas. Eso sucede con los bachilleres que están medianamente enfocados
en la “realidad”.
Pero aquellos muchachos que se marchan con el
diploma de bachiller bajo el brazo a desafiar las enfurecidas aguas de la
miseria, sin más armas que una educación secundaria de pésima calidad, sin duda
alguna serán felices (las encuestas así lo afirman), reproducirán lánguidamente
niños con mentalidad gregaria, estos asistirán a Instituciones educativas en
donde no se lee, pero se corta y pega con severa asiduidad, serán bachilleres
como sus padres y el circulo perverso de la pobreza jamás tendrá abertura de
salida para ellos.
Entiendo que los docentes debemos ubicarnos en el
año 2014. En términos pedagógicos, didácticos, evaluativos, éticos, morales,
formativos, filosóficos, sociales y culturales. Entender que nuestra época
pasó, que fue buena, agradable, única; pero ya no existe. Que lo que funcionó
educacionalmente con nosotros brilla por su ausencia y que intentar regresar a
nuestros tiempos con los estudiantes de hoy, no es más que una utopía
irrealizable.
Las reglas, las normas, los valores, los regaños, las
reprimendas y los lenguajes conque fuimos educados los maestros de hoy mutaron
en otras formas comunicativas, que aunque no nos gusten son válidas para los
estudiantes que tenemos en las aulas de clase.
Los maestros de Colombia en tiempos de reelección
tenemos 2 opciones: O seguimos en el pasado y los estudiantes nos dan un
melancólico y efectivo “suprimir”, para que la ceremonia de la promoción
automática siga siendo el telón de fondo que eterniza todos nuestros males. O,
desafiamos el presente y nos comprometemos con los cambios formativos de la
modernidad en donde los estudiantes nuestros deberan vivir por mucho tiempo.
Mientras tanto da igual quien gane las elecciones
presidenciales, por cualquier lado de la moneda la Educación pública pierde.
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