lunes, 28 de abril de 2014

La educación pública en tiempos de reelección.

Por: Osmen wiston ospino zárate.
Sino hubiese sido por el embeleco de la reelección a la que aspiran con serias expectativas de ganar el actual Presidente Juan Manuel Santos, el tecnócrata Enrique Peñalosa y el títere de la ultraderecha colombiana Óscar Iván Zuluaga; aunque pensándolo bien, y eso hay que decirlo con claridad, los 3 son los perfectos mandaderos del régimen que nos mantiene asfixiados de miseria y violencia los últimos 100 años, la Ministra María Fernanda Campo no le hubiera tocado salir al paso del maremágnum de críticas, que se dio alrededor de los resultados de “otra” prueba PISA, hay PISA para todo, aplicada en el año 2012 a estudiantes de 15 años sobre Solución creativa de problemas, y en la cual, como para variar, Colombia ocupó el último lugar.
Estos resultados fueron ocultados por casi 2 años pues la Doctora Campo sabía que su insaciable jefe iría, ni más faltaba, por otros 4 años del jugoso botín que representa nuestro maltrecho erario público.
Más cuando el Doctor Zuluaga, digo el nefasto Ex presidente Uribe, por intermedio de Zuluaga anda pregonando a los 4 vientos que la solución de la Educación en Colombia son las jornadas escolares extendidas.
Más cuando Peñalosa, otro Uribe, pero vestido de Verde dice que la educación es la herramienta inapelable para mejorar la competitividad de nuestros compatriotas.
Más cuando Martha Lucía Ramírez, otra Uribe, pero vestida de azul anda enloquecida comentando que la educación debe ser el motor del desarrollo del país.
Schleicher (2012), responsable de Educación y Aptitudes de la OCDE, opinó que "los chicos de 15 años que hoy tienen pobres aptitudes para resolver problemas se convertirán en adultos con dificultades para encontrar o mantener un buen trabajo. Las autoridades educativas deberían remodelar sus sistemas escolares para ayudar a que los estudiantes desarrollen esas habilidades que cada vez son más necesarias en las economías de hoy en día"(p.25).
Este experto, por lo menos para el caso colombiano, debe entender que la Educación pública en Colombia es el “caballito de batalla” predilecto para alimentar el morbo de las insatisfacciones  sociales de un país extremadamente desigual. La educación a mi modo de ver es y va a seguir siendo por mucho tiempo el mecanismo social más importante para des-activar la criminalidad, mejorar los estándares de calidad de vida y para sustantancialmente entender el mundo en que se vive.
Deberían comprender los expertos de la OCDE que la familia en Colombia no hace parte del paquete de insumos sociales que debe promover una educación de calidad para los niños y jovenes. El estado colombiano cree que educar, y no digo que no sea importante, significa dar meriendas, complementos alimenticios, transporte o uniformes. Educar implica que las familias estén involucradas honestamente en los procesos trascendentes del crecimiento personal y formativo de los estudiantes.
Pero la mayoría de las familias colombianas tienen bajos ingresos y les cuesta ejercer el papel de padres y madres en todo el sentido de la palabra.
Deberían comprender que los docentes no obtienen por su actividad profesional un salario digno que le permita desarrollar sin afugias de tipo económico sus acciones académicas. El gremio de maestros y maestras necesita con urgencia que lo que ganan los ubique en una escala general, en la cual el reconocimiento social vaya de la mano con ingresos económicos altos, para después si, y vaya que es necesario, definir procesos evaluativos integrales al sistema educativo en su conjunto, que evite que las problemáticas que aquejan al país siempre se le enrostre a los docentes.
Deberían comprender (los expertos de la OCDE y el gobierno nacional) que solo tendremos buenos docentes, cuando los mejores maestros formen a los buenos estudiantes. Eso indica fundamentalmente, que el gobierno debe crear un paquete de incentivos económicos y profesionales (becas, programas de intercambio, pasantías, etc.), para que los bachilleres con mejores habilidades práxicas y cognitivas sean los docentes del futuro.
O, pregúntense porqué los bachilleres de Colombia quieren ser Médicos, Ingenieros o Abogados; pues porque éstas profesiones en otros tiempos y aún ahora, poseen unas expectativas económicas superiores a las Licenciaturas. Eso sucede con los bachilleres que están medianamente enfocados en la “realidad”.
Pero aquellos muchachos que se marchan con el diploma de bachiller bajo el brazo a desafiar las enfurecidas aguas de la miseria, sin más armas que una educación secundaria de pésima calidad, sin duda alguna serán felices (las encuestas así lo afirman), reproducirán lánguidamente niños con mentalidad gregaria, estos asistirán a Instituciones educativas en donde no se lee, pero se corta y pega con severa asiduidad, serán bachilleres como sus padres y el circulo perverso de la pobreza jamás tendrá abertura de salida para ellos. 
Entiendo que los docentes debemos ubicarnos en el año 2014. En términos pedagógicos, didácticos, evaluativos, éticos, morales, formativos, filosóficos, sociales y culturales. Entender que nuestra época pasó, que fue buena, agradable, única; pero ya no existe. Que lo que funcionó educacionalmente con nosotros brilla por su ausencia y que intentar regresar a nuestros tiempos con los estudiantes de hoy, no es más que una utopía irrealizable.
Las reglas, las normas, los valores, los regaños, las reprimendas y los lenguajes conque fuimos educados los maestros de hoy mutaron en otras formas comunicativas, que aunque no nos gusten son válidas para los estudiantes que tenemos en las aulas de clase.
Los maestros de Colombia en tiempos de reelección tenemos 2 opciones: O seguimos en el pasado y los estudiantes nos dan un melancólico y efectivo “suprimir”, para que la ceremonia de la promoción automática siga siendo el telón de fondo que eterniza todos nuestros males. O, desafiamos el presente y nos comprometemos con los cambios formativos de la modernidad en donde los estudiantes nuestros deberan vivir por mucho tiempo.

Mientras tanto da igual quien gane las elecciones presidenciales, por cualquier lado de la moneda la Educación pública pierde.


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