lunes, 9 de junio de 2014

LOS ARGUMENTOS DE LOS GUERREROS

Por: Osmen Ospino Zárate
La guerra es la expresión más tozuda, criminal y antiética de la barbarie entre los seres humanos. Habrán múltiples opiniones que la justifican, muchas posturas filosóficas que la avalan, pero pocos argumentos civilistas que la respalden para ésta época.
Dentro de los variados puntos de vistas que usan los melómanos de la muerte para validar a la guerra como una herramienta política, está que la guerra es absolutamente necesaria para aclimatar la paz. Este argumento es tan estúpido como aquel que reza que para que haya ricos se necesita de la existencia de los pobres.  
La mente de un guerrero desde el marco de la legalidad parece reducirse a eliminar, chuzar, golpear, mutilar, adoctrinar o desaparecer a personas o entidades a nombre de la seguridad y defensa de la honra y los bienes de sus compatriotas. A veces ese propósito benévolo toma otros caminos y la ilegalidad aparece como el sello indeleble de sus actuaciones.
La mente de un guerrero desde el marco de la ilegalidad se reduce a eliminar, chuzar, golpear, mutilar, adoctrinar o desaparecer a personas o entidades que les impiden quedarse con las riquezas de un país, el poder político y el cerebro de los que apoyan ese proyecto criminal. Absurdamente el uniforme no siempre los identifica.
Podríamos decir sin equívocos que la esencia de ambos guerreros es la misma, pero los fines y su actuación ética dentro de los linderos de la ley los hace  distintos. Si bien toda entidad guerrerista le hace limpieza cerebral a sus potenciales guerreros, eso no indica que el combatiente pierda de vista sus principios humanistas, la formación familiar y la educación recibida. 
Un guerrero legal nunca debe defender a sus compatriotas acudiendo a los mismos métodos delincuenciales que utiliza el guerrero ilegal. Esos comportamientos son deleznables aun en la guerra y, por obvias razones, repudiables, sobre todo cuando la confrontación bélica cobra victimas que no hacen parte activa del conflicto armado.
Un guerrero ilegal tiene intereses económicos, criminales y delincuenciales determinados por el infinito desprecio que sienten por la vida del otro al cual combaten o por la población civil. Su objetivo es pontificar la muerte en calidad de fin esencial, generar una miseria sostenida, confundir a los confundidos, idiotizar a la clase media, atemorizar a la población civil, aterrorizar a los defensores de derechos humanos y hacerle creer a los conciudadanos que la seguridad es lo mismo que la Paz.
Enarbolando esos argumentos, por lo menos en el caso colombiano, se han apoderado de las tierras productivas de los campesinos, de la Presidencia de la república, las Alcaldías, los Ministerios, las Gobernaciones, la Procuraduría, los contratos, los cargos… del futuro por demás aciago de nuestros niños y jóvenes.
Las inmensas legiones de guerreros legales e ilegales que ostenta un país, sin importar las causas por las cuales existe tal cantidad, simbolizan de forma explícita el atraso en el que ese país mantiene sumergida a su población. Pues la guerra permanente saquea el presupuesto de la educación, la salud, las carreteras, los acueductos, la investigación científica y la tecnología.
No me quedan dudas que la educación es el instrumento que ha de des-activar el vocabulario de la guerra que hoy hace parte de esa semántica del odio y la venganza con que los colombianos tejen su futuro o su mortaja. La educación de calidad ayuda a la construcción mental de los grupos sociales a través de la lectura, a sabiendas, hay que decirlo con certeza, que cuando se lee poco se dispara mucho.
Talvez la guerra de los colombianos contra los colombianos tiene su simiente en la degradante desigualdad social, cuyo punto álgido es una educación para pobres (publica) y otra para ricos (privada). La educación pública preparando guerreros para reproducir miserables y estúpidos, para posteriormente graduarlos de víctimas o de héroes en una guerra fratricida o en el negocio más lucrativo de la modernidad.
Y la educación privada, obviamente, entrenando eficazmente a sus estudiantes para gobernar a Colombia desde los cargos más encumbrados y las oficinas más relucientes. En todo caso, si es necesaria una guerra, para que todo continúe igual, los guerreros legales obedecerán el llamado de la patria derramando su sangre y los ilegales harán el resto emborrachándose con la sangre ofertada por las víctimas.
Se debe entender que existe un puñado de colombianos que soñamos con una sociedad ideal, por la cual se hace necesario acabar con este desangre que nos baña desde hace más de medio siglo. Por tanto la guerra no es la norma, es la manifestación más clara de la barbarie humana
Y de alguna u otra manera nos han vendido la idea, a fuerza de publicidad y malos gobiernos, de que es necesaria hacerla para alcanzar la paz. Necesarias son la educación, la salud, el empleo y la seguridad alimentaria. Lo demás es seguridad democrática, confianza inversionista y cohesión social, sinónimos comprobados de falsos positivos, chuzadas, miseria, muerte y violencia…
Hay que acabar primero con la guerra para alcanzar el respeto ante nuestros connacionales y la comunidad internacional. Tal vez así, algún día, lleguemos a construir una sociedad coherente y feliz. Y nuestros descendientes puedan recorrer el país sin las amenazas de las minas antipersonas y el secuestro que hoy nos azotan. Sin que los guerreros de cualquier talante nos busquen en los listados de victimas que reposan mansamente en sus portátiles.




  

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