Por: Osmen Wiston Ospino Zárate
La
guerra en Colombia es popular y da votos. Genera respaldos políticos y
discursos salpicados de guerrerismo. El poder electoral y económico sabe que la
confrontación bélica produce dividendos financieros, propicia angustia en las
personas, promueve la venta de tierras a bajos precios y arroja a los más
vulnerables a los semáforos de las grandes ciudades. Los votos ya no necesitan
estar soportados en las mejoras paulatinas de la educación, la eficiencia de
los servicios de salud o la restitución de las fincas expoliadas por los
pontífices de la motosierra. Los votos están cada vez más cerca y salen mucho
más baratos que antes de la guerra: están al pie de los semáforos.