Por: Isabel Garzo
En la mayoría de los cursos de expresión escrita o de los manuales de
estilo de medios de comunicación se aconseja utilizar pocos gerundios. Hay
profesores que, directamente, los prohíben: ante la duda, mejor no arriesgarse
(piensan).
¿Qué han hecho los pobres gerundios para estar tan mal valorados? No
se trata solo de que el abuso de los mismos añada al texto una sonoridad que no
resulta agradable, aun cuando su uso es correcto. El principal problema es que
su uso incorrecto en algunos contextos se está extendiendo sobremanera, y las
frases resultantes atentan contra la semántica: no significan lo que sus
autores creen que significan.
El uso erróneo más frecuente es el del gerundio de posterioridad: «El
tanque explotó, muriendo diez personas»*. La acción que describe un gerundio
nunca puede ser posterior a la del verbo principal. Sí puede ser anterior o
simultánea («Bajando la cuesta se dio cuenta de que se le habían olvidado las
llaves» o «entrando a la casa, algo le golpeó en la cabeza» sí serían correctas).
Una técnica sencilla para ver si el uso de un gerundio es correcto es
preguntarse si la acción del verbo principal ocurrió mientras tenía lugar la
del gerundio. ¿Se dio cuenta del olvido mientras bajaba la cuesta? Sí. ¿Algo le
golpeó la cabeza mientras entraba a la casa? Sí. Pero ¿el tanque explotó
mientras morían las personas? No: las personas murieron después, como
consecuencia de la explosión. Por eso no podemos utilizar el gerundio en esa
frase.
Según la Nueva gramática de la lengua española, el gerundio sí se
admite para indicar consecuencia cuando quien realiza su acción es el mismo
sujeto que realizó la acción principal: «El tanque explotó, matando a diez
personas» (ambas acciones, explotar y matar, las realiza el tanque), pero nunca
cuando hay un cambio de sujeto como en el ejemplo del «tanque muriendo» que
comentábamos más arriba.
Otro error común consiste en utilizar el gerundio en la segunda de dos
frases coordinadas o en una subordinada, en lugar de conjugar el verbo como
proceda. Por ejemplo, en «Fui empujado, siendo arrojado al suelo por el golpe»*
en lugar de «Fui empujado y fui arrojado al suelo por el golpe».
Tampoco se puede utilizar un gerundio como adjetivo. Este uso está
menos extendido, pero se da: «Pásame la caja conteniendo cachivaches»* o
«enviaron un helicóptero llevando comida solidaria»* en lugar de decir «que
contiene» o «que lleva».
¿Cuándo podemos utilizar el gerundio con propiedad y sin miedo? Como
hemos dicho, cuando indique anterioridad o simultaneidad. Pero también cuando
nos sirve para formar verbos compuestos (es decir, cuando se conjuga con el
verbo estar u otros auxiliares): estoy trabajando, vinieron bailando… Nótese
que en este caso siempre son acciones continuadas, que transcurren: es un error
utilizarlo para acciones momentáneas (por ejemplo, «la empresa está cumpliendo
un año desde su creación»*).
También lo podemos usar como adverbio que indica modo, condición y
otras circunstancias: lo dijo gritando, vino corriendo. De hecho, en estos
casos reemplazarlo queda forzado: su uso es más que conveniente.
Es cierto que abusar de los gerundios resulta agresivo a la vista y al
oído. Pero tampoco es una opción acertada la de erradicarlos totalmente: son un
recurso más de nuestra lengua. Ocurre algo parecido a lo que comenté en el
artículo «No tengáis miedo de que en vuestra frase haya un “de que”»: si entonces
hablaba de cómo algunas personas evitaban poner esas dos palabras juntas aun en
el caso de las frases que lo requerían, y por lo tanto cometían graves errores
de queísmo o antidequeísmo, es un error huir siempre de los gerundios. Es mejor
opción la de aprenderse las reglas y usarlos con propiedad, porque en muchas
ocasiones los vamos a necesitar.
Tomado de: YOROKOBU
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