Por: Osmen Wiston Ospino Zarate
En la depredación hay un individuo perjudicado,
que es la presa, para el caso que nos atañe, es Colombia y otro que es
beneficiado, que es el depredador, para el caso que nos concierne, no es un
beneficiado, son varios depredadores a saber: Juan Manuel Santos, Oscar Iván
Zuluaga, o Álvaro Uribe Vélez, títere y titiritero, es lo mismo, Enrique
Peñaloza y Martha Lucía Ramírez.
Digamos, la relación entre los que votaron por la lista del
Centro democrático, serían las cebras, digo las víctimas, aunque estúpidamente
se crean una especie de héroes o heroínas, que Gustavo Gallón denomina,
personajes oscuros de “mentalidad contrainsurgente”. Y el león o los leones, digamos
personas sedientas de poder, que son sin duda alguna Paloma Valencia, José
Obdulio Gaviria o María Fernanda Cabal.
Según el Doctor Gallón, la mentalidad contrainsurgente es un fenómeno difícil de enfrentar por diversas razones.
De una parte, porque está basada en planteamientos simples (como el maniqueísmo
de considerar enemigo al que piense distinto), que resultan de fácil
asimilación para seres de talante rudimentario.
De otra parte, porque esa mentalidad está
profundamente arraigada en la fuerza pública colombiana, y reglamentada en los
manuales de contrainsurgencia, plagados de instrucciones para actuar contra
activistas sociales y armar a civiles en “grupos de autodefensa” que actúen
contra quien piense diferente.
Además, afirma Gustavo Gallón, porque resulta
cómodo imaginarse hacer la guerra combatiendo a la población civil desarmada.
Por ello fue fácil para los paramilitares reclutar jóvenes amantes de las armas
y de la milicia, como el hacker, Andrés Sepúlveda, para masacrar campesinos,
sindicalistas, indígenas, afros, defensores de derechos humanos, mujeres, LGBTI
y otros individuos o grupos inermes”.
Otro ejemplo de esta relación trágica e
histórica entre estos depredadores del erario publico y el estado colombiano es que los depredadores, hoy aspirantes a la
Presidencia de la republica (ex ministros y ex alcalde), al controlar el número
de individuos de una especie (electores sumisos), creen que pueden proteger al
país de ser sacado de balance, la palabra “balance” en el diccionario de los
depredadores indica, que los pobres podrían dejar de serlo y eso para las
élites dominantes es “peligroso”.
Ya que si una especie, es decir, el pueblo
colombiano mejorara su calidad de vida de manera permanente podría acabar con el
balance del país. La palabra “balance” en el glosario de los depredadores
significa que todo siga igual: los ricos más poderosos y los pobres más
miserables.
Otro ejemplo más: el águila y la serpiente se
alimentan de ratones; reemplacemos, Santos, Zuluaga y Uribe, son la misma
vaina, Peñaloza, Ramírez y los congresistas son las águilas y los ratones son
la estela de votantes dóciles (líderes de barrio, de pueblo o de región) que
hacen parte del séquito particular de los depredadores.
Estos (los votantes alienados, se creen
lideres) a su vez se alimentan de electores invisibles que votan por un tamal
en mal estado, una botella de ron de contrabando o un honroso cargo de aseadora;
si uno de los depredadores, o sea si uno de los candidatos presidenciales se
convirtiera al culto de la honestidad, que no lo creo, los otros 3 no podrían
multiplicar la población de miserables de Colombia y esto disminuiría la posibilidad
de seguir obteniendo más votos de la inmensa población de pobres en toda la
geografía nacional.
Una forma particular de depredación la
constituye el parasitismo. Parasitismo es sinónimo exclusivo de
Zuluaguismo, Peñalosismo, Santismo, Ramirismo, Ordoñismo y todos los sufijos
terminados en ismo, que a su vez riman muy bien con salvajismo, por ejemplo.
En el cual un organismo (Zuluaga) o varios
organismos (Paloma Valencia, José Obdulio Gaviria, María Fernanda Cabal o
Fernando Londoño) se alimenta de otro (Álvaro Uribe), desarrollando un vínculo
muy fuerte (fanatismo execrable) con él. Un parásito suele iniciar dicha
relación con un único organismo huésped en su vida, o bien con unos pocos.
Las especies animales
(algunos poquísimos electores colombianos) han desarrollado una amplia variedad
de características que funcionan para evitar su detección, selección y captura
por parte de los partidos políticos. Estas características se denominan, según
los científicos, en conjunto defensas frente a la depredación. A mi modo de ver
debería llamarse, en el lenguaje sincero de la honestidad política, educación
de calidad.
Insisto en una educación
de calidad que aleje los odios de las mentes colombianas, mentes hoy
secuestradas por la semántica del resentimiento y la caligrafía de los miedos
en todas sus tonalidades. Una educación de la cuna a la tumba, que parafrasee
al inmortal alquimista de Aracataca, que impida que las aves de rapiña de la
politiquería sigan apareciendo en las tarjetas electorales cada 4 años, con los
mismos apellidos y los mismos prontuarios criminales.
No hay
por quién votar, como dice, Sergio Mesa, en su Blog, titulado, <Bajo la
manga>: “Ni Santos ni Zuluaga ni Marta Lucía ni Peñalosa, quien ahora quiere
posar de honrado y recto, porque lo acompaña Claudia López, queriendo tener el
apoyo del “papá de la
política en Colombia”,
como bautizó Juan Pablo Calvás a Uribe (Engendros
de Uribe: El Tiempo, 28/4/2014).
Y como no creo en salvavidas no votaré por Clara López, como sé que me
sugerirán algunos lectores”.
Veto
absoluto para los depredadores de Colombia que se pretenden re-elegir a través
de las mismas oraciones del neoliberalismo, de las lisonjas escalofriantes de
la extrema derecha, promotores de la miseria, apóstoles de la desigualdad
social, sacerdotes de la muerte… aunque sea haciendo uso del poco creíble voto
en blanco.
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